No siempre, por mucho empeño que se ponga, estamos en disposición de escribir —o de realizar el trabajo artístico que corresponda a cada disciplina—. Todos hemos pasado por la fase de fatiga mental en el proceso creativo, y, aunque a menudo se perciba como un obstáculo difícil de sobrellevar, en realidad es una «afección» bastante común. Durante estas etapas, cuando no se tiene el conocimiento necesario de uno mismo, suele experimentarse una sensación de ofuscación y agotamiento que deriva en frustración, como si el impulso natural de escribir hubiera decidido vivir su propia vida. Este tipo de fatiga no es simplemente una cuestión de cansancio físico o falta de motivación, sino un bloqueo mental que puede tener sus raíces en el desgaste emocional, el estrés o incluso la autoexigencia desmedida, como dirían los expertos. Vaya usted a saber.
Lo importante es entender que esta situación es completamente normal y que forma parte del ciclo creativo. Al igual que en cualquier otra actividad que demanda un esfuerzo mental significativo, la mente necesita periodos de descanso. La creencia de que un escritor debe estar siempre generando ideas o produciendo textos con regularidad es un mito. De hecho, algunos de los mejores trabajos creativos surgen precisamente después de un periodo de alejamiento o pausa del propio trabajo creativo.
Así, cuando la fatiga creativa se presenta, lo más recomendable es no forzar el proceso de escritura. Insistir en estas condiciones solo suele agravar el problema, prolongando la falta de inspiración. En lugar de luchar contra el bloqueo, lo más prudente es aceptar la necesidad de un descanso, que puede aprovecharse para dedicarse a otras actividades que nutran la mente con nuevos estímulos.
El arte, por ejemplo, en todas sus formas, ofrece un excelente refugio en momentos de fatiga. Sumergirse en la contemplación de pinturas, escuchar música, ir al cine o al teatro puede revitalizar el sentido estético y la creatividad, permitiendo que el subconsciente siga procesando ideas en segundo plano y liberando la presión que genera el bloqueo.
Reconocer y aceptar estas fases como parte del ciclo creativo no solo alivia la frustración, sino que también abre la posibilidad de utilizar ese tiempo de descanso de manera constructiva. La pausa no es un periodo improductivo, sino una oportunidad para absorber nuevas influencias, enriquecer el bagaje cultural y, sobre todo, dejar que la mente se refresque.
Y sí, ahora mismo lo que menos me apetece es escribir. Por eso me ha salido este desvarío mental. Cuando toca parar, lo más sensato es hacerlo.