Introducción a la Ideotergia. La negación ideológica en el mundo de la literatura
Podemos definir, entonces, la «ideotergia» coma la renuncia consciente, muchas veces obstinada, a leer, considerar o apreciar cualquier obra literaria, ensayo, artículo o idea que provenga de una fuente considerada ideológicamente adversa o «moralmente inaceptable».
Vivimos en una época donde las divisiones ideológicas se han convertido en una característica predominante de la interacción humana. Es común ver a personas rechazando argumentos, propuestas, obras literarias y artísticas, no por la calidad intrínseca de estas, sino simplemente porque provienen de una fuente que consideran ideológicamente opuesta o moralmente inaceptable. En este contexto, propongo un término que capture esta actitud: «Ideotergia». Este término define a aquellas personas que, cegadas por su ideología, se niegan a prestar atención o valorar escritos, ideas o productos culturales que provengan de quienes consideran sus «enemigos ideológicos».
Pero, aunque este fenómeno no es nuevo: a lo largo de la historia podemos encontrar numerosos ejemplos de cómo las personas se han negado a reconocer la validez o el mérito de una obra debido a las diferencias ideológicas, desde el rechazo a la filosofía de Aristóteles por parte de ciertos teólogos durante la Edad Media, hasta el desprecio hacia los escritos de Voltaire y Rousseau por parte de los sectores más conservadores de la Francia del siglo XVIII, hoy en día se ha exacerbado debido a las redes sociales y la polarización de los medios de comunicación. Es fácil encontrar a personas que se niegan a leer un artículo de prensa, un ensayo o un libro, simplemente porque ha sido escrito por alguien que representa una ideología contraria a la suya. Este comportamiento puede observarse tanto en personas de ideologías conservadoras como progresistas, lo cual demuestra que la «ideotergia» no es un problema de un solo grupo, sino un fenómeno humano más amplio. Y esto conlleva consecuencias, tanto a nivel individual como social. En primer lugar, limita la capacidad de aprendizaje y crecimiento personal.
Al negarse a leer o considerar ideas de personas con diferentes puntos de vista, los «ideotergistas» se privan de la oportunidad de desafiar sus propias creencias, reflexionar críticamente sobre ellas y, potencialmente, enriquecerse con perspectivas diferentes. A nivel social, la «ideotergia» contribuye a la polarización de las sociedades, porque los «ideotergistas» -cada vez en mayor número-, se niegan a escuchar o leer a quienes perciben como sus oponentes ideológicos, fomentando un ambiente de hostilidad y falta de diálogo. Así, la sociedad se fragmenta en burbujas donde solo se permite el eco de las ideas propias, y cualquier posibilidad de consenso o entendimiento mutuo se vuelve cada vez más distante.
Podemos definir, entonces, la «ideotergia» coma la renuncia consciente, muchas veces obstinada, a leer, considerar o apreciar cualquier obra literaria, ensayo, artículo o idea que provenga de una fuente considerada ideológicamente adversa o «moralmente inaceptable». Es una mezcla de «pereza y desdén intelectual», donde se evita el esfuerzo de comprender y apreciar la perspectiva del otro. Esta actitud no solo empobrece el panorama cultural de quien la practica, sino que también genera un entorno de diálogo imposible, sobre todo, cuando la «ideotergia» se convierte en un hábito y «los ideotergistas» se refugian en su zona de confort ideológica, sin darse cuenta de que, al hacerlo, se están privando de las múltiples perspectivas que enriquecen la realidad del mundo. La «ideotergia» es, pues, un acto de renuncia; es decir, la negación a participar activamente en el mundo del conocimiento y la cultura por miedo a confrontar las propias ideas con las ideas «de afuera».
Para entender la «ideotergia», es fundamental encontrar sus raíces psicológicas. En muchos casos, esta actitud puede surgir del miedo a lo desconocido o a lo diferente. Enfrentarse a ideas contrarias puede ser percibido como una amenaza a nuestra identidad o a nuestras creencias más profundas. Hay que señalar que la ideología, para muchas personas, no es solo una serie de principios políticos o sociales, sino un elemento esencial de su sentido de sí mismos. La «ideotergia», entonces, actúa como «un mecanismo de defensa». Al rechazar lo que proviene del «otro», la persona se protege de la incomodidad que podría generar la confrontación de sus propias ideas o la posibilidad de encontrar verdades incómodas en lo que el «enemigo ideológico» tiene para decir. Sin embargo, esta forma de autoprotección es, en última instancia, perjudicial, porque limita el crecimiento intelectual y emocional de la persona.
Pero la «ideotergia» no solo tiene consecuencias personales, sino que, evidentemente, también sociales. Cuando una masa crítica de personas adopta esta actitud de rechazo hacia lo «otro», se crean sociedades polarizadas, donde el diálogo y el intercambio de ideas se vuelven casi imposibles. Así, los individuos se atrincheran en compartimentos estancos ideológicos donde solo interactúan con aquellos que ya piensan como ellos, perpetuando prejuicios y estereotipos. Por ejemplo, en el mundo de las redes sociales, es fácil caer en la trampa de la «ideotergia». Los algoritmos están diseñados para mostrar a los usuarios contenido que refuerza sus creencias existentes, creando cámaras de eco donde solo se escuchan voces «amigas». Este fenómeno erosiona la capacidad de una sociedad para encontrar soluciones comunes a problemas complejos.
Superando la Ideotergia: Caminos Hacia un Mayor Entendimiento
Para combatir la «ideotergia», es necesario un esfuerzo consciente. Aquí expreso algunas maneras de empezar:
– Ejercicio de Empatía Intelectual: Tratar de entender genuinamente las razones detrás de las ideas de los demás. Esto no significa necesariamente aceptar esas ideas, sino reconocer su complejidad y las experiencias que las fundamentan.
– Lectura Activa: Comprometerse a leer libros, artículos, ensayos o textos de autores cuyas ideas o posturas puedan ser diferentes o incluso opuestas a las propias. Esto ayuda a romper el ciclo de la ideotergia y fomenta una visión más amplia del mundo.
– Práctica del Debate Razonado: Involucrarse en debates con personas de diferentes opiniones, no con el fin de ganar, sino con el propósito de comprender mejor su perspectiva. Es importante mantener una actitud de apertura y respeto, evitando caer en ataques personales o descalificaciones.
– Educación en el Pensamiento Crítico: Promover la educación que enfatiza el pensamiento crítico y la capacidad de analizar argumentos de forma objetiva, independientemente de la fuente de la que provengan. Esto ayuda a las personas a desarrollar una mente más abierta y flexible, capaz de lidiar con la complejidad del mundo.
Cuando las personas superan la «ideotergia», se abren a un camino mucho más amplio de conocimientos y experiencias. No solo se benefician personalmente al crecer intelectualmente, sino que también contribuyen a un ambiente social más sano, pues al abandonar la «ideotergia», se fomenta una cultura de diálogo, donde las ideas pueden intercambiarse libremente y las personas se benefician con la diversidad de pensamientos y experiencias.
NOTA FINAL AL RESPECTO DE LA CREACIÓN DEL TÉRMINO IDEOTERGIA
El término Ideotergia surge como un juego de palabras entre ideología (ideo), terror y alergia (tergia). Podría definirse como el rechazo sistemático —o la desestimación— de obras literarias, intelectuales o culturales motivado por una aversión ideológica hacia el autor o el contenido, sin tener en cuenta el mérito intrínseco de la obra.
©Gallego Rey