El silencio egoísta. De la colaboración a la competencia
En lugar de enriquecer el contenido con palabras de aliento, preguntas o reflexiones, empezamos a atacarnos unos a otros. Ahora, en el mejor de los casos, los «consumidores» prefieren acceder al «contenido» de manera pasiva, sin involucrarse, e incluso cuando algo les interesa o les gusta, prefieren no dejar ninguna señal de apoyo
Recuerdo los primeros días de la internet de masas. Fue entonces cuando surgió un fenómeno que cambió la manera en que compartíamos nuestros pensamientos: el movimiento bloguero. De repente, publicar contenido que antes parecía impensable se volvió accesible. Bastaba con tener una conexión a internet y algo de curiosidad. No era necesario saber programación ni diseño. Las plataformas de blogs ofrecían la oportunidad de crear espacios de expresión personal, de manera gratuita y sencilla. Esto alentó la creación de contenido y permitió que miles de voces encontraran su lugar en la red.
Lo que definía a los blogs de aquellos años no era solo la facilidad para publicar. También destacaba la forma en que se formaban relaciones entre los usuarios. Los comentarios no eran solo una opción más; eran esenciales para la experiencia. Los lectores no solo consumían contenido de manera pasiva. Se involucraban, compartían opiniones y, muchas veces, se generaban debates en los comentarios. Los autores respondían, los lectores intervenían nuevamente, creando una conversación continua que enriquecía cada entrada. No era raro que los vínculos entre autores y lectores crecieran, generando una red viva de interacción. En este contexto, era raro encontrar una entrada sin comentarios.
Con el tiempo, el panorama cambió drásticamente. La irrupción de las redes sociales transformó la dinámica de interacción en línea. Plataformas como Facebook, X (antes Twitter) e Instagram ganaron terreno. Aunque parecían ofrecer una forma más rápida y directa de comunicarse, modificaron la naturaleza del intercambio. El modelo de interacción en redes sociales se orientó hacia el reconocimiento individual. En lugar de fomentar el diálogo, las publicaciones empezaron a enfocarse en la visibilidad y el alcance personal. Ya no se trataba solo de compartir ideas o experiencias, sino de obtener «me gusta», retuits, comentarios y, sobre todo, seguidores.
Este cambio alteró la forma en que nos comportamos en internet. En los blogs, solíamos comentar y participar en conversaciones, pero en las redes sociales esta práctica ha ido desapareciendo, al menos en cuanto al intercambio sano de ideas. Los comentarios comenzaron a desaparecer y el silencio en las publicaciones se hizo habitual. En lugar de enriquecer el contenido con palabras de aliento, preguntas o reflexiones, empezamos a atacarnos unos a otros. Ahora, en el mejor de los casos, los «consumidores» prefieren acceder al «contenido» de manera pasiva, sin involucrarse, e incluso cuando algo les interesa o les gusta, prefieren no dejar ninguna señal de apoyo.
Este fenómeno parece estar impulsado, al menos en parte, por una competencia implícita que ha surgido en las redes sociales. Hoy en día, dejar un comentario de apoyo podría interpretarse como un gesto generoso hacia alguien que, al mismo tiempo, se ve como un competidor por la visibilidad. La lógica es que, al apoyar a otro, se corre el riesgo de que esa persona gane más seguidores o «me gusta», lo cual, en un entorno donde la atención es lo más valioso, se interprete como una desventaja.
Así, lo que antes era un espacio de interacción colectiva y construcción comunitaria ha desaparecido, y en su lugar ha surgido un comportamiento más individualista, donde cada uno busca maximizar su visibilidad y destacar sobre los demás. Esta tendencia ha hecho que la conversación en línea casi desaparezca, excepto para el insulto y la crítica destructiva, y lo que antes era una red de diálogos se ha convertido en monólogos para alimentar el ego. Aunque todavía se publica contenido en blogs, las respuestas son escasas, aunque muchos leen y disfrutan del contenido. Sin embargo, el acto de comentar se ha vuelto raro, casi excepcional.
Este cambio no solo afecta a los que nos tomamos el tiempo de escribir y publicar artículos de cierta valía, que ahora reciben menos retroalimentación, sino también a los usuarios, que pierden la oportunidad de enriquecer su experiencia mediante el diálogo. La comunidad que antes definía la cultura de los blogs parece haberse esfumado, y ahora cada uno lucha por no perder la motivación de seguir compartiendo, pero sin conexión con los demás.
Lo que antes era un espacio para compartir y crecer de manera colectiva, ahora se ha convertido en un entorno competitivo y silencioso. La conversación ha sido reemplazada por la búsqueda de reconocimiento, y el apoyo mutuo, por una batalla por la atención. En esta nueva realidad, la interacción ha sido desplazada por el deseo de sobresalir. El resultado es una red en la que todos quieren ser vistos, pero pocos están dispuestos a ver a los demás.
©Gallego Rey