Se acordó del abuelo, y de que a la mañana siguiente tendría que contarle lo ocurrido y darle las gracias por infundirle valentía. Ahora podría soñar con cosas felices, como cualquier otro niño.
Escucha o lee Debajo de la Cama.
El abuelo le había dicho que si no se enfrentaba a sus miedos el fantasma seguiría atormentándolo, así que, reuniendo toda su valentía, se incorporó de la cama, tratando de no hacer ruido. Su habitación, acogedora a la luz del día, ahora parecía un escenario de sombras amenazantes. Las figuras de sus juguetes proyectaban formas distorsionadas en las paredes, aumentando su ansiedad. Tomó la linterna que guardaba en su mesita de noche, regalo del abuelo para «cualquier emergencia». La encendió con manos temblorosas. El haz de luz se movió erráticamente por la habitación antes de enfocarse en el borde de la cama. Tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta, y se inclinó hacia el suelo. Se asomó con cautela. El aire bajo la cama expelía frío, y su mente jugaba con imágenes de garras y ojos brillantes que lo esperaban para atraparlo.
Juntando todo el coraje del que era capaz, dirigió la luz de la linterna debajo de la cama para enfrentar la realidad. Primero vio un zapato, luego una pelota de tenis, y después…
Nada. Absolutamente nada más que polvo y juguetes olvidados.
Soltó un suspiro, propio del alivio de quien vence a sus miedos. Su cuerpo, antes rígido, ahora se relajaba. Se dio cuenta de lo absurdo que había sido su temor, pero también se sintió orgulloso de haberlo enfrentado. Apagó la linterna y se volvió a meter en la cama, esta vez con una sonrisa en el rostro.
Mientras se acurrucaba bajo las sábanas cerró los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió seguro y listo para dormir sin miedos. Se acordó del abuelo, y de que a la mañana siguiente tendría que contarle lo ocurrido y darle las gracias por infundirle valentía. Ahora podría soñar con cosas felices, como cualquier otro niño.
– Pero no se canta victoria antes de tiempo, Luis…
Se le erizaron los vellos al escuchar aquella voz que le hablaba por su nombre. Sintió cómo se introducía en la cama, con él, y su gélido aliento pegado a su nuca.
-No, Luis. No se canta victoria antes de tiempo. No tenías que haberle hecho caso a tu abuelo. Has profanado mi escondrijo, Luis. Y eso no se hace…
© Gallego Rey