Gallego Rey sosteniendo un ejemplar de Arrancad las semillas, fusilad a los niños, la novela de Kenzaburō Ōe, como parte de la reseña crítica y análisis.

Arrancad las semillas, fusilad a los niños. Crítica

Teníamos unas ganas terribles de perder de vista aquellas alambradas de espino, de un insólito color naranja, que nos aprisionaban, pero no tardamos en darnos cuenta de que fuera de ellas seguíamos estando presos.

Nuestro viaje se acercaba a su fin. Aunque en realidad avanzábamos a ciegas, mientras estuviéramos de camino al menos siempre tendríamos ocasión de intentar la fuga. Pero en cuanto llegáramos al pueblo perdido en medio de las montañas estaríamos tan acabados como si nos hubieran arrojado a un pozo insondable rodeado de altos muros, y nos sentiríamos más prisioneros que cuando estábamos tras las cercas de alambre de espino anaranjado del reformatorio.

Se agacharon sosteniendo los faroles a la altura de sus cabezas y examinaron el cadáver. Los círculos confluyentes de luz amarillenta mostraron una cabecita pálida, sucia y desgreñada, con la piel tersa como la corteza de una naranja, y un poco de sangre seca bajo la naricilla. Y unos párpados cerraros que fueron abiertos sin piedad por dedos bastos, y unos brazos que fueron cruzados el uno sobre el otro encima de su estómago.

2 comentarios en “Arrancad las semillas, fusilad a los niños. Crítica”

  1. Un análisis más que completo, el cual aborda distintos aspectos de la obra en cuestión (ejes temáticos, concepción del estilo, influencias, entre otros) atreviéndose incluso a plantear una reseña crítica que supera un simple dualismo académico, y nos invita a conocer la obra de este autor.

  2. Pingback: Escritores brújula o arquitecto: falso debate - Gallego Rey

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